Entre los años 1231 y 1235 el papa Gregorio IX
organizó tribunales eclesiásticos para descubrir y castigar la herejía, la
encargada de esta misión fue la orden religiosa de los dominicos. El nombre de
esta congregación religiosa se deriva de la voz latina “Domine Cannes” que
significa “perros de Dios”.
La iglesia cristiana
desde sus albores estuvo convencida que los placeres carnales injurian a
Dios y a la sociedad, por esta razón los definió como pecados aberrantes que se debían castigar con
las rigurosas leyes del tribunal del
Santo Oficio, esta institución calificó como delito a todo acto sexual que no
culminaba con la inseminación de la mujer.
Desde su creación la Santa Inquisición estimó a todas las practicas sexuales infecundas como “crimen contra natura”, de una inmensa
lista de estas prácticas, la homosexualidad masculina fue considerada la
infracción más grave, por ello se la llamó también “el crimen sin nombre” o
“pecado nefando”.
Con el descubrimiento de América, los obispos que
participaron en la conquista organizaron en esta región del mundo tribunales
inquisitoriales provisionales para castigar las costumbres de los indígenas y
las “conductas escandalosas y deshonestas de algunos soldados españoles”. Estos
pseudo tribunales que no fueron establecidos por decreto oficial, sin ningún juicio condenaron a una cantidad
indeterminada de indígenas, negros y mestizos
a penas monstruosas. A este episodio los historiadores lo denominan: “La
inquisición primitiva en América”
Una vez organizada la América española en virreinatos
y reales audiencias, las denuncias efectuadas por los obispos de Quito y el
Cuzco ante el Inquisidor General, motivaron a
Felipe II a dictar una cédula real el 25 de enero de 1569 en la cual se
mandaba establecer tribunales del Santo
Oficio en Lima y México.
Los trabajos
que sobre los archivos inquisitoriales efectuara el historiador chileno José Toribio Medina y
los documentos recopilados por el padre
dominico Vacas Galindo, permiten
conocer que una poderosa razón para instaurar el tribunal del Santo Oficio en
Lima fue la condición religiosa de los habitantes de la Gobernación de
Yaguarzongo (Loja) en la Real Audiencia de Quito, pobladores que se habían
ganado la animadversión del obispo de Quito, Pedro de la Peña y Montenegro el
cual no cesaba de denunciarlos ante el Inquisidor General tildándolos de “la escoria del mundo”
(judíos).
En el año 1570 en las ciudades de Lima y México fueron
creados los primeros tribunales del Santo Oficio de la Inquisición en el Nuevo
Mundo, así mismo en el año 1608 fue establecido en la ciudad de Cartagena de
Indias un nuevo tribunal de la Inquisición, en vista de que los dos primeros
tribunales no avanzaban a tramitar tantos procesos judiciales, la Real
Audiencia de Quito estuvo incorporada al territorio jurisdiccional asignado al
tribunal limeño.
La fundación del tribunal de la Inquisición en Indias,
formó parte de un maquiavélico proyecto político lanzado por el rey Felipe II
en 1569 con el objeto de robustecer el poder de su monarquía en tierras
americanas. El Santo Oficio fue visto como la institución más precisa par a
vigilar las costumbre e imponer el silencio en cuestiones ideológicas.
La Inquisición utilizó la represión sexual como un
instrumento de dominación, convirtiendo al sexo en algo degradante. Los
archivos inquisitoriales permiten saber que el Santo Oficio actuó de forma
brutal contra los homosexuales que no se sometieron a los mandatos de la
iglesia. Los métodos de tortura utilizados por el macabro tribunal sólo se
pueden comparar con aquellos que utilizaron los nazis o los militares
sudamericanos que actuaron en la “guerra sucia”.
El Santo Tribunal fundado por poder real en América,
mantuvo atribuciones separadas de la justicia ordinaria y muy superiores a ella
y a los mandatarios en cuyas provincias funcionó. Por otra parte, desde
1570 la población indígena quedo fuera
del control de la inquisición, pues para juzgar a esta población se creó el
“Tribunal de extirpación de idolatrías”.
En 1572 el tribunal de la Inquisición ordenó a sus
verdugos , el arresto de fray Francisco de la Cruz en el convento de Santo
Domingo en Quito, este teólogo utilizó los delirios místicos de una beata, para
anunciar que un niño abandonado a las puertas de una misión limeña, dirigiría a
los indios y negros en su lucha para liberar al Perú de la dominación española,
durante el juicio que duró cerca de seis años, De la Cruz fue acusado de
hereje, dogmatizador y apostata, de
“haber caído en el pecado nefando con dos frailes de su Orden”. En el
desarrollo del proceso, el dominico acusó a sus compañeros de Monasterio y
Orden, de que la mayoría de ellos disfrutaban de una intensa vida homosexual
“en especial los frailes novicios”.
El 13 de abril de 1578 en un auto de fe realizado en
las plaza mayor de Lima, murió en la hoguera fray Francisco de la Cruz, un
motivo determinante para su ejecución fue la abierta identificación del este
sacerdote con las tesis humanistas planteadas por fray Bartolomé de las Casas,
por lo que su espantoso final fue una temible advertencia para aquellos que
pretendía convertirse en abogados de negros e indios ante la durísima política
de la Corte española.
En esta misma época fue procesado por el Santo Oficio
fray Francisco del Rosario Paguague guardián del convento de San Diego en
Quito, este religioso fue detenido en el mercado cuando comercializada una
extraña hierba llamada “espuela de caballero”.
El sacerdote fue encontrado por las pesquisas de la
inquisición cuando convencía a su clientela masculina del poder de su
hierba, vegetal con el cual según Paguague no existía hombre que se resista a
“atender sexualmente a otro hombre”. Por la poca importancia del procesado el
Santo Oficio le impuso la penitencia de quemar sus hierbas y rezar todos los
sábados el rosario..
En las postrimerías del siglo XVI en un delito de
sodomía fue sindicado el Dr. .Manuel Barros de San Millán, presidente de la
Real Audiencia de Quito, y uno de los gestores de la defensa de los pueblos
indígenas en América.
El conflicto empezó en 1590 cuando el párroco de
Malambo un barrio marginal de la ciudad de Lima, denunció a su esclavo Andrés
Cupi, por haber corrompido con el pecado nefando a otros esclavos de la
parroquia, apenas fue depositado el acusado en las cárceles, empezaron a
quejarse los reclusos de la prisión porque todas las mañanas amanecían con “el
trasero baborreado y amortiguado”. Una vez iniciadas las averiguaciones, un
testigo narró que :”estando este testigo en el calabozo durmiendo con los demás
negros... se acercó a él un negro que le dicen Andrés Cupi, le metió una pierna
entre las piernas... y le empezó alzar la camisa y quererle volver boca abajo.. y juntamente con
esto le llegó con la mano a la boca, no sabe si fue para besarse o para taparle
la boca... Al querer volverle a poner boca a bajo... le mordisqueó las tetillas
y le metió el dedo en el culo” y entonces este testigo desbocado de excitación
agarró a Andrés por las muñecas y son su gigantesco miembro viril a punto de
explorar lo penetró por atrás”.
Y es así como Andrés llegó a tener relaciones sexuales
con varios presos, con estos testimonios quedó claro para las autoridades que
el negro era culpable de sodomía, y que aprovecho su estancia en la cárcel de la Audiencia de Lima para enamorar
hombres, y por ello condenaron al culpable a la pena de garrote vil. Sin embargo los jueces no contaron con la
verbosidad del reo quien se defendió vigorosamente denunciando a algunos
personajes que habían compartido con él los placeres amatorios, pues el negro
había conocido íntimamente a: “el obispo de Huamanga, al presidente de la Real
Audiencia de Quito, Dr. Manuel Barros de San Millán, a un oidor de Charcas, al
prior del convento de los dominicos del Cuzco, al Capitán de Lanzas y Arcabuces
del Virrey, al corregidor de la Villa de Potosí, a tres frailes cuyos nombres
no recuerda, a varias encomenderos y gentiles hombres al servicio de Su
Majestad, a cientos de hermosos,
rollizos y rubios jovencitos miembros de
las familias más nobles y al mismísimo párroco de Malambo”.
Finalmente la Audiencia de Lima al ver que en el
juicio estaban involucradas las más altas autoridades civiles, militares y
eclesiásticas del virreinato decidieron suspender el litigio, en beneficio de
la moral pública, y devolver al negro
Andrés a su celoso y desconsolado amante, el párroco de malambo.
En 1585 fue procesado por el tribunal de la
Inquisición de México, don Pedro de Melgar quien fue acusado de “inducir a los
indios a la sodomía”; la táctica de este personaje era espiar a los indios
cuando estos se bañaban u orinaban, luego sigilosamente se les acercaba y
dulcemente les tomaba del miembro viril para ávidamente bazuquearlo y en “aquel
arrebato libidinoso a forma de susurro les decía que aquello no era pecado,
pues él no conocía a nadie que no se encantara dicho asunto”.
Con estas pruebas la pena que le esperaba a don Pedro
de Melgar eran morir quemado vivo, morir
destrozado por garrotes o remar en
galeras de por vida.
En 1624 en el tribunal del Santo Oficio de Cartagena
de Indias fue condenado por “nefandísima maldad” Francisco de Luca, este reo
durante la indagación fue brutalmente
golpeado por los hermanitos de la orden dominica y su débil humanidad no
soportó tales tormentos, falleciendo en
la cárcel antes de recibir la sentencia del juez del Santo tribunal, ante este
percance la inquisición hizo pasear por las calles de la ciudad una estatua del
difunto para que la población pudiera vejarla y degradarla.
En 1631 en la ciudad de Panamá se tramitó la causa del
licenciado Juan Bautista Ortegón , el caballero fue acusado de “amancebamientos
y sodomías” por todo el mundo desde Nápoles hasta América. Cuando empezaron las
confesiones del recluso las exclamaciones de asombro, envidias disimuladas,
sudoraciones y tartamudeos de los miembros del Santo Tribunal cundieron por
todo el juzgado.
El licenciado Ortega comentó sin tapujos que le era difícil precisar si
“el sexo era más rico por delante o por atrás, puesto que a él le gustaba por
ambos lados... que no existía órgano más erógeno que el ano... que el podía
complacer a los hombres súper aventajados porque sabía lo que a ellos les
gustaba... y que con el culo le tapaba la boca a cualquier cabrón” .
Este juicio duró varios años y por esto el secretario
del tribunal de Cartagena comentaba tristemente que al reo “se le ha permitido
contar por menores del discurso de su vida, que resulta a veces llena de
torpezas tan asquerosas que la pluma se resiste a entrar en ese terreno”.
Transcurridos más de cinco años de juicio en el que
Ortega permaneció en las cárceles de la Inquisición, cierta noche el prisionero
recibió la visita privada y en su celda del inquisidor Veles y Argos, luego de
esto y a pesar del escándalo general
el juicio falló a su favor. Por esto razón Ortega salió de la cárcel
inquisitorial campante y muy resuelto
retornó a sus andanzas.
Por los múltiples roles que Juan Bautista Ortegón
podía desempeñar durante el coito homosexual
se lo llamó: “hijo del diablo
por los cuatro costados”.
En 1736 fue procesado por el tribunal limeño Bernabé
Morillo y Otarola natural de Callao de cuarenta años de edad y de profesión
grumete, este penitenciado dio a conocer los actos de exhibicionismo que se
daba dentro del ejercito, la
masturbación colectiva que la soldadesca realizaba y la exagerada consideración que se daba a los militares en función del tamaño
de su pene. En diciembre de 1736 el recluso fue condenado a cárcel perpetua por
actos indecentes, a ser paseado desnudo por las calles de Lima y a recibir doscientos
azotes.
Las narraciones contenidas en los juicios de este
tipo, son una aproximación al ambiente de la sociedad colonial, muy formal y
recatada externamente, pero internamente hirviendo entre lujurias y fantasías
homosexuales.
Existen también varios informes oficiales que permiten
conocer como se realizaba la vida homosexual durante la colonia, así como
cuales eran los sitios de ligue preferidos por los gays.
El Conde de Villar informó a la Corona española con
todo lujo de detalles sobre las costumbres de los reinos del Perú, en su
relación indicó que muchos sacerdotes,
confesores , clérigos y religiosos con grave escándalo del pueblo cristiano,
“se atreven a solicitar a los varones en el acto de confesión favores sexuales,
induciéndolos y provocándolos con palabras y obras para actos torpes y
deshonestas entre sí mismos o para que lo hagan con terceros”. El Conde también narra como algunos
clérigos salen de los conventos para en
“pláticas indecentes y réprobas conseguir hombres para sus deleites o para el
deleite de otros y luego de mantener
actos sodomíticos prohíben a las personas con quienes los comentes que se
confiesen con otros confesores”. La relación del Conde de Villar es reafirmado
por Jorge Juan y Antonio de Ulloa quienes llenos de escándalo califican a los conventos de Quito como
“públicos burdeles, teatro de abominaciones y execrables vicios”.
Por estos testimonios es evidente que los escenarios
dela vida homosexual conciente fueron
los conventos y los escenarios de
la vida gay inconsciente fue los ejércitos.
Analizando los procesos inquisitoriales se puede
descubrir que de entre los miembros del clero, solamente fueron procesados por
sodomía aquellos sujetos que no tuvieron ningún cuidado en disimular su
conducta y más bien alardearon públicamente sus hazañas.
A pesar de existir mucha documentación en España sobre
juicios planteados por pecado nefando, la mayoría de historiadores han evitado
estudiar los procesos, para no verse involucrados con el tratamiento del tema
gay y la represión antihomosexual.
Dos hechos históricos
impiden en la actualidad estudiar en América los procesos inquisitoriales,
el primero se dio en la guerra del Pacífico durante el desembarco de las tropas
chilenas en Lima, al tomar la ciudad, los soldados ocupantes quemaron la
ciudadela de Miraflores y con ello los archivos inquisitoriales que se
guardaban en esta capital virreinal. Por otra parte muchos investigadores
de sucesos anecdóticos en la historia
del Ecuador aseguran, que los documentos
inquisitoriales que reposaban en el convento de Santo Domingo en Quito fueron
quemados deliberadamente por sus custodios en la hacienda de San Agustín del
Callo, cuando Eloy Alfaro ingresó
victorioso a la ciudad de Quito durante la revolución liberal.
Con la Abolición definitiva del tribunal del Santo
Oficio en 1820 se cierra uno de los capítulos más incomprensibles y vergonzosos
de la historia de la humanidad, en el cual el poder real y el clero sustentados
en una ideología excluyente y represiva fueron responsables directos de actos
de lesa humanidad.
Fuentes Primarias
Archivo General de Indias de Sevilla, Sección
Escribanía de Cámara, legajo 499/B
Archivo Histórico Nacional de Madrid, Sección
Inquisición legajo 1647/1
Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticias, Secretas de
América
Colección Vacas Galindo 1565-1569, Cartas de Monseñor
Pedro de la Peña y Montenegro al Inquisidor General
Fuentes Secundarias
Iwasaki Cauti Fernando, Inquisiciones Peruanas
Medina José Toribio, La Inquisición en el Río de la
Plata
Medina José Toribio, La Inquisición en México.
Medina José Toribio, Historia del Tribunal del Santo
Oficio de la Inquisición de Lima
Palma Ricardo, Anales de la Inquisición Limeña.
Eduardo Ramón L.©