Quién tiene más fuerza tiene más razón; quien dispone de más poder esta revertido de autoridad.
La utopía que la dominación neocolonialista diseminó en el continente es fabricada en los estudios de Hollywood. Pero ¿Cómo soñar con una puerta tan estrecha?
¿Cómo subir tantos peldaños si nos faltan piernas y manos?
¿Está prohibido soñar con un mundo en que no haya opresores ni oprimidos en el
que las diferencias por orientación sexual,
razas, etnias, religiosas no establezcan desigualdades entre las
personas?
Dicen que ahora llegamos al “fin de la historia”. La
única opción que queda es: capitalismo o
capitalismo. No matan nuestros sueños, sino que nos enseñan que no son
abstractos ni se sitúan en nuestro
espacio y cuestan dinero. Solo ellos deben ser objeto de nuestro deseo: un
carro, una casa de campo, fiestas, un par de tenis de marca, reuniones
superficiales y una jugosa cuenta en el banco.
El fin de la historia coincide con la llegada de los estantes. Las catedrales góticas quedan ahora a la sobra de los centros comerciales. Hoy, el sueño ya no necesita ser conquistado ni exige heroísmo.
Quizá un poco de sacrificio para ser comprado. Ahora
somos considerados por la marca que llevamos. Salen los ideales, entra el
mercado. En medio de tanta competitividad queda bonito hablar de solidaridad.
Igual que conviene echar alabanzas a la democracia para que la mayoría no desconfiara
de las decisiones y de las realizaciones de poder.
Frei Betto
Escritor de “La Biografía no autorizada de Cristo.
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